jueves, 1 de junio de 2017

bolsas


¡NO LO TOQUES!
…Retumbó en mis oídos una mañana tempranito a la orilla de la playa
El grito emitido por mi madre me asustó y me pasmó
Yo, con siete añitos, había despertado antes que todo el mundo en la casa.
Estábamos de vacaciones en una casa a la orilla de la playa. Decidí explorar esa vasta y ancha arenosidad y en la distancia vi algo muy atrayente: una bolsa de plástico al ras de la arena, perfectamente transparente y sin embargo, iridiscente, y totalmente abultada con a
ire. Me acerqué a ver esa maravilla y al extender mi manito, el grito de mi madre me congeló. Ella llegó corriendo adonde yo estaba parada cual estatua, aún con la mano extendida… y me contó que eso que yo estaba a punto de tocar no era una bolsa plástica, era algo traído del mar, algo peligroso, algo venenoso, que si se toca te da corriente y hasta te puede matar. Yo no podía creer que algo tan bello y tan hermoso pudiera ser tan letal. Ese fue mi primer contacto con las aguamalas, los jellyfish, los Portuguese Man o´War, como los llaman en Inglés. Sigo hipnotizada con la belleza de estos extraños seres que parecen bolsas pero no son. Me imagino que de allí surgió una afinidad con esos objetos hechos por el hombre y actualmente convertidos en arte, como en las fotografías de Daniel Evans o las de Steve Gallagher o las bolsas plásticas con rastros de pintura, aplastadas y confinadas entre vidrios de Josias Scharf… inclusive las bolsas plásticas bordadas con hilos de acrílico de colores vivos de Josh Blackwell, convirtiendo así un objeto de uso desechable en obra de arte…
En la península de Paraguaná sopla viento eternamente y las bolsas plásticas aprovechan esas corrientes de aire para realizar unas danzas fantasmagóricas y aferrarse finalmente a las ramas de los arbustos áridos y secos de esa parte del país, convirtiéndose así en flores artificiales que aportan color a la naturaleza unicolor de la zona. En otro país lejano del otro lado del planeta, en Camboya, las mujeres pobres en las granjas lavan, cortan y tejen esas bolsas y así salen de la pobreza y son capaces de comprar carne para comer y enviar a sus hijos a la escuela. Lo que para unos es basura, para otros es fuente de riqueza. Quién lo diría…

Alexandra Masson, Texto sobre una Bolsa Plástica, Mayo 2015